Opiniones
y Comentarios
Julio
Ricardo Blanchet Cruz
·
“Del fanatismo a la barbarie, solo
hay un paso”. Denis Diderot (1713 - 1784)
Aunque parezca imposible -y eso que vivimos
tiempos inéditos, en los que nadie pudo haber pensando que alguien votaría por
un sí a la guerra, como sucedió en Colombia; o la derrota del PRI en los
pasados comicios. Por poner solo dos
ejemplos-…
Pero diciéndose demócratas, es decir,
respetuosos de las decisiones de la mayoría, “El Pueblo, que es aquella parte
del Estado que no sabe lo que quiere”, según palabras del propio Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1780 - 1831) pues un día dicen una cosa y al día
siguiente dicen otra totalmente contraria; y lo peor es que sostienen las dos…
Ejemplo: Nadie; o quizás algunos, muy pocos, puedan
hablar mal de don Pepe Mugica; el ex
presidente de Uruguay, pero en general es un hombre respetado y admirado por su
congruencia y por una dolorosa historia que le dejó tanta sabiduría; por lo que
sus opiniones son motivo de miles de cruces en las redes sociales…
Sin embargo, esos que admiran a un ex
guerrillero y ex presidiario que vivió y vive su momento; como lo es don Pepe, festinan la muerte del también
guerrillero Fidel Castro, al que
califican como lo peor, cuando ambos vivieron momentos muy distintos…
Y sin soslayar que el hablar mal de los muertos
no es bien visto, a continuación reproduzco la carta pos mortem que le envió el
admirado Don Pepe, a Fidel Castro:
Querido Fidel:
Recién me entero, la
noticia ha sido devastadora. No dejo de imaginarte a vos, tendido en la escueta
cama de madera que se convirtió en tu último refugio. Y aquí estoy, sentado en
la entrada de la chacra pensando en lo que diré al mundo y cómo ocultaré esta
lágrima, aunque dirán algunos publicistas que será mejor que se vea, que así se
construyen las leyendas.
Las leyendas no se
pueden construir, vos eres una, forjada con el mismo golpe de la metralla y la
bandera ondeando en el campamento, ahí en la sierra, sin importar si es selva o
pampa, siempre es igual, la batalla duele en la entraña de lo que llamamos
nuestra tierra, ese pedazo de geografía que podemos recorrer pero que nos
recorre a nosotros.
Y pienso que tuve
suerte porque llegué a la silla viejo y la cara de bonachón nunca se me quitó,
a pesar del encierro y la tortura; las críticas fueron menos, no tuve que
enfrentar el rigor del escrutinio público al que vos hiciste frente con esa
estatura de gigante con la que diste ejemplo al mundo y no fui forzado a
debatirme entre patriotas y traidores, nadie me tildó de tirano. Pero esa
suerte también se puede entender diferente.
El mundo que yo
encaré es el de las tarjetas de crédito y las vidas consumidas en una lucha
para la que no hay guerrilla posible, todos me escuchan con atención, sonríen,
aplauden y continúan tratando de llenar sus vacías vidas con cosas que los
consumen, a plazos, pero inevitablemente. A vos te queda Cuba que seguirá ahí,
sin analfabetismo, con el mejor sistema de salud pública, con la mejor
educación del continente y yo aún aquí, en la batalla, no por la vida, sino
contra el olvido, enfrascado en una lucha que no tiene sentido porque el Sur se
convierte en más Sur cada día, los monstruos insisten en su avance y ahora nos
copan por todos los flancos.
La breve ilusión del
continente bolivariano vuelve a desvanecerse, con la partida de Hugo, la
ignominiosa salida de Dilma y de Cristina, mi confinamiento a un escaño del
parlamento y la orfandad en que nos dejas, seguramente pronto el sinsentido de
un mundo que no aprende de su historia nos devorará nuevamente.
Las sombras nos
acechan y por hoy, querido amigo, vos has partido y no tendremos, por lo menos
en este ciclo, una más de esas charlas interminables que insuflaban amor y
victoria, de las que yo salía rejuvenecido, sintiendo que podía enfrentar a la
más temible de las gárgolas o cruzar el abismo de un solo impulso, la tristeza
es inevitable.
Pero ¿qué dirías vos?
“Anda loco, que no es para estar tristeando ¿y qué más da? Que sólo es carne y
pellejo, no te hagas al muerto vos, que la lucha sigue y es pa’lante nomás”, y
yo digo a mi mente desvariando “Que él no hablaba así, no seas irreverente”,
mejor pensar que habrías dicho algo más brillante, no los cuentos de este viejo
loco que hace aplaudir a multitudes, pero no ha podido mover a su pueblo como
tú, ¿Qué de la Oriental surja una batalla final? Difícil, no imposible…
mientras tanto a vos, en esa estrella del Caribe, un guiño y un ¡Hasta la
victoria… siempre!
El Pepe
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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