Julio Ricardo Blanchet Cruz.
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¡Y
es gratis!...
Estábamos en que todos los animales
tienen su propia alimentación. Y como
nosotros no somos de aquí, empezamos a comer lo que había en el entorno. Hasta convertirnos en algo peor que los
chivos que comen de todo. Los chinos hasta
cucarachas...
Y todo eso se lo debemos al titán Prometeo,
perteneciente a una raza de dioses anteriores a los del Olimpo, quien,
desafiando el poder de Zeus, se robó el fuego y se lo regaló a los hombres. Por lo que fue duramente castigado, porque
los hombres no estaban preparados para dominarlo...
Y aunque eso fue hace miles de años,
es seguro que todavía no aprendemos a dominarlo. Ni lo podremos vencer, mientras primero no
nos dominemos a nosotros mismos...
Cabe señalar que, entre otras diferencias de los
hombres con los demás animales, es que somos los únicos que comemos por horas,
no por hambre. Y especialmente, comemos lo
que nos hace daño. Quienes comen de otra manera, cosas naturales -muy
censurados por los científicos- podrán vivir bien o mal, según se quiera percibir;
pero ciertamente que viven en paz...
Entre los animales, los que comen
carne tienen intestinos muy cortos y desechan rápido los residuos de la
combustión previa. Pero, aun así, los
carnívoros son salvajes y los que son vegetarianos no...
Como el sistema digestivo de los
humanos es muy largo, lo que se come, antes de ser expulsados los residuos,
permanece varios días dentro de los intestinos.
Si diariamente se va al baño, es porque “las tortas de arriba empujan a
las de abajo”; como coloquialmente se dice.
Pero ahí se almacenan varios kilos de materia en proceso de descomposición...
Y lo que se veía, olía y sabía tan
bien, cuando entraba. Cuando salé es
todo lo contrario; porque al permanecer tantos días dentro del organismo, y
luego a cuando menos 37º se pudre, se descompone. Y al descomponerse emana gases pestilentes...
Que, absorbidos por los intestinos, se
van a la sangre y las toxinas propias de la digestión circulan por todo el
organismo. Y si no se eliminan, la
enfermedad sigue avanzando, solo disimulada por los medicamentos. Por eso los animales, al sentirse mal, se
purgan comiendo pastos para vaciar los intestinos...
Y no comen, solo toman agua...
Finalmente, todos hemos escuchado que
el agua es la vida, pero lo oímos así nomás de pasadita, sin comprender los
verdaderos alcances de semejante sentencia.
Algunas religiones trasnochadas creen, o quieren hacer creer, que el
agua de la vida -el perdón de los pecados- es por fuera; y por eso es el
bautizo. Cuando el agua es por dentro. Las enfermedades no se curan bañándose, ni a
jicarazos; sino ayunando...
Vale enfatizar que nadie se ha muerto
por ayunar 15 días. Y un buen ejemplo lo
tuvimos en el temblor del 85, cuando bebés recién nacidos quedaron literalmente
enterrados durante 15 días bajo los escombros del hospital Juárez, y los
rescataron vivos. Y eso es del
conocimiento público, por lo que los llamó “Bebés milagro”...
El ayuno elimina las toxinas y de paso
destapa las arterias, mejorando el funcionamiento de todo el organismo. Pero hay más.
Las personas que ayunan 15 días y limpian sus intestinos y sus arterias,
también limpian de paso sus pensamientos y creencias tóxicas -se desintoxican- y
ven la misma vida; pero de otra manera...
Los diabéticos, están enfermos por lo
que comen. Si no cambian su alimentación,
nunca se van a curar. Si la cambian, no necesitarán medicinas...
Pero en apoyo a todo esto del ayuno,
practicado ampliamente hace miles de años en la Universidad Pitagórica, se
pueden agregar las palabras de Hipócrates (460 - 370) conocido como El
Padre de la Medicina...
Que, como autor de los libros de Las
Epidemias I y II, en las que estuvo presente, vio morir mucha gente,
concluyendo que “Alimentar a un enfermo, es alimentar la enfermedad”.
Pues, solo se salvaban los que se negaban
a comer. El agua es la vida ¡Y es
gratis!
Y nos vemos mañana, si el Sol me
presta vida.
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