Opiniones y Comentarios
Julio
Ricardo Blanchet Cruz
·
La guerra de los cubrebocas…
Ante la seria amenaza que representan los que
nunca se han creído lo de la pandemia y menos lo del cubrebocas. Y ante el hecho de que cada vez son más los
que se oponen al uso del adminículo ese que está desatando la guerra del
cubrebocas…
Así como la Guerra de los Pasteles -que nadie
creería que fue por unos pasteles- que si en su momento fue penalizado, hoy lo
despenalizan desatando la guerra de los cubrebocas…
Unos dicen que sí, Bolsonaro, ALMO y el Papa
dicen que no es necesario y solo lo utilizan cuando no hay más remedio. Cabe decir que al Papa el virus se la ha
persignado, por decirlo cristianamente; y en los otros dos, no muy se les pueden
evaluar los daños; pues así eran desde
antes…
Pero como ya no se le puede creer nada a nadie;
y lo peor es que todos tienen grandes títulos de prestigiadas universidades que
los respalden para decir lo que dicen; además de que sus estudios fueron
publicados en prestigiadas revistas -ya ha sido comentado-…
No nos queda más alternativa que echar mano de
la razón, o sea, del sentido común. Y
los mejores amigos del hombre nos pueden ayudar con su agudísimo olfato, capaz
de captar los olores a través del plástico, el aluminio y hasta lo que está
enterrado -ahora entrenados para captar el olor del coronavirus-…
Ahora bien; si el olor es capaz de atravesar el
plástico, la tela y el material especial con todo y los respiradores ¿realmente
creen que los cubrebocas pueden filtrar un virus; además, los virus huelen? Podrán filtrar las partículas de saliva que
se expelen al toser o estornudar; pero no a los virus que andan en el aire…
Y para qué comentar la promoción que se hace
del gel, que todavía tienen la desfachatez de calificarlo como antibacterial,
es decir, contra las bacterias; y lo quieren utilizar para matar un virus. ¡Por favor!…
No es que crean que la gente es tonta, no. Con la publicidad de su lado, se aprovechan
de la sandez de la gente para hacerles creer cualquier cosa. Lo mismo en un virus peligrosísimo al que
nadie ha visto; que en un dios poderosísimo al que tampoco nunca nadie ha
visto…
Pero por otro lado tenemos las cosas enfrente y
no las queremos ver. Es palpable el
hecho de que la misoginia tiene su anclaje en las religiones -salvo la
anglicana que tiene una mujer obispo; u obispa, como se prefiera-…
Pero desde que a algún trasnochado se le
ocurrió decir que Dios era Hombre, a poco más de la mitad de la humanidad se la
cargó el Rancho del señor Presidente…
Y lo aberrante del asunto, es que sean
precisamente las víctimas de la discriminación, o sean, las propias mujeres,
las que transmiten esos aberrantes y destructivos principios a sus hijos. En otras palabras, y a riesgo de que me quede
sin lectora alguna…
Las mujeres son las que crían a los machos; y
las mujeres son las que crían a los que se conducen como caballeros. Y si el mundo ha de cambiar, lo han de hacer
las mujeres. Los hombres lo hemos intentado -creo- y nomás hay que ver el
desastre que tenemos…
Y todo lo que tienen que hacer las mujeres para
cambiar el mundo, es criar a sus hijos. Así de simple. No traer hijos al mundo y encargarlos a que
los críen otros. No, solo criar a sus
hijos; nada más. Y eso, las que quieran
tener hijos; las que no, pues no, y que se dediquen a lo que quieran…
Y a ello debe de colaborar el Estado. Los países nórdicos son un ejemplo. Grecia
fue construida por hombres trascendentes criados por madres ejemplares. La Historia registra bien a las espartanas…
Con una generación de hijos deseados, criados
por sus madres y bien alimentados, las cosas seguramente cambiarían. Bueno; siempre y cuando las madres dejaran de
creer en cuentos de dioses y castigos con representantes que son peores que los
banqueros -y con eso ya es decir bastante-…
Aunque también hay que aclarar que la violencia
es síntoma de algunas enfermedades. Por
ejemplo. Los que tienen hemorroides
tienen un carácter de los mil diablos ¡y cómo no! Los que están mal del hígado amanecen de mal
humor…
Los que tienen diabetes se vuelven tontos, pierden
la capacidad de razonar, solo quieren comer chatarra, precisamente lo que más
daño les hace. Son como los
cobidianos-19 “inteligentes asintomáticos”-esa
definición me encanta-…
Por lo tanto, lo primero en que hay que poner
atención, es en la salud de los ciudadanos, que es la mayor de las riquezas que
puede tener cualquier Estado. Cuando el
Pueblo está enfermo, las epidemias pegan más fuerte; visto está.
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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