Opiniones y Comentarios
Julio Ricardo Blanchet Cruz.
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Esta vez no es coincidencia…
Referente al conflicto entre Ucrania y Rusia, apuntaré las declaraciones
más importantes para que el amable lector saque sus propias conclusiones;
porque van, desde lo que dijo Nicolás
Maduro, quien apoyó firmemente a Rusia…
Pasando por Hilary Clinton, quien
declaró que deben de armar a Ucrania, como hicieron con los muyahidines que
expulsaron al Ejército ruso de Afganistán…
Pasando por México, que, habiendo sido mencionado desde Rusia para que se
pusiera en paz, el Presidente López
Obrador prefirió regresar a la Doctrina Estrada y declaró que no impondrá
sanciones a Rusia, porque quiere mantener buenas relaciones con todos los
gobiernos…
Lo que verdaderamente debe de haber regresado el sueño al Kremlin, pues se
dice que estaban muy preocupados…
Sin omitir las palabras de Robert Habeck,
el ministro de economía de Alemania; quien advirtió que las sanciones a Rusia
podrían causar un enorme daño a la economía global. Y las del Canciller turco Mevlut Cavusoglu, quien declaró que su País no piensa
involucrarse en las medidas punitivas impuestas a Rusia…
Más las de Vitali Kim, el
gobernador de Nikolayev, una región de Ucrania; quien aseguró que los rusos no quieren disparar a los civiles. Sin pasar por alto al Presidente ucraniano Vladímir Zelensky, otrora presto a dar
la vida por su Patria, ya declaró
estar de acuerdo para entablar negociaciones con el Presidente Ruso…
Y, por último, lo que ya era sabido; pues a pesar de que la posición de
China es que el conflicto se solucione por la diplomacia, el respaldo al Kremlin
está más allá de cualquier duda; amén de que declaró que EE.UU. y Europa pueden
perder mucho por las sanciones, a las que consideró inmorales.
Cambiando de tema…
“Pero, por otro lado, somos capaces de odiarnos y matarnos”. Fue lo que me
escribió una amable lectora.
Fue en el año de 1946, cuando dos jóvenes beduinos que buscaban una oveja
que se les había extraviado, entraron a una cueva y encontraron unas vasijas de
barro con unos documentos que a la postre fueron llamados los Rollos del Mar
Muerto…
Posteriormente se siguieron encontrando muchos más en otras tantas
cuevas. De los 972 que encontraron, coleccionistas
millonarios y diferentes museos se hicieron de algunos de ellos; hasta que, en
el 2020, el Museo de la Biblia de Washington D.C. anunció que los 16 fragmentos
que se hallan en el Museo, son falsificaciones hechas en el Siglo XX. De vergüenza…
El caso, es que dicen que el Vaticano se hizo de algunos escritos y los
nombró El Evangelio de los Esenios; que
ya se puede encontrar en la Internet…
Dicen que Jesús era un esenio, una
secta del judaísmo considerada la antecesora del cristianismo; que eran
vegetarianos y entre otras cosas, se dedicaban a curar. Dicen los escritos, que cuando la gente se
enferma, es porque El Diablo, el Demonio -Don Sata para los cuates- se ha
metido en el cuerpo y los tortura exigiendo que le den de comer…
Y para que se vaya, para que se salga hay que dejarle de dar de comer y
echarle agua -pero no por fuera, sino por dentro- y entonces se va; no sin
antes hacer los últimos intentos para conseguir alimento; y patalea
fuerte. Pero si se sobreponen a la
crisis, seguro que se curan…
Lo que ciertamente -sólo que, dicho de otra manera- viene siendo lo mismo
que el pronunciamiento de Hipócrates (460
- 370) “Alimentar a un enfermo, es
alimentar la enfermedad”. Sentencia
casi mágica que no acaba de entender la medicina moderna; pero que es clave
para recuperar la salud…
Pues bien. Odiamos porque estamos enfermos. El amor y el odio son una enfermedad que ciega
a las personas; las bloquea, no ven la realidad. Y ambas son manifestaciones de
enfermedad. Su campo de cultivo es la humanidad y a la
vez, su mejor escenario para representarse…
En La Naturaleza; el odio, la saña, no existen. Los depredadores no matan por gusto. Excepto ¡claro! los chimpancés. Animales capaces de organizarse para hacer la
guerra, de matar a sus semejantes…
Hace poco leí un artículo de una bebé chimpancé a la que habían sometido a
un experimento; pero como la necesitaban recién nacida para que solo viera
humanos desde que abriera los ojos, pues fácil; mataron a la mamá y se la
llevaron a los científicos…
El animalito creció rodeado de atenciones, pero sin conocer más mundo; su
mundo. Eso sí, con mucho cariño. El que se desbordó, cuando, ya siendo adulta,
la devolvieron a un hábitat con otros chimpancés. Pues el experimento consistía en saber cuál
sería su comportamiento cuando eso sucediera…
Lo que finalmente ocurrió. Todos los
científicos estuvieron pendientes de las reacciones tanto de ella, como de los
otros chimpancés que vivían libremente en la reserva. En conclusión, la agredieron hasta matarla;
la descuartizaron y se la comieron…
Desde que leí la nota pensé en escribir sobre ello; pero el hecho me
pareció tan profundamente doloroso, que preferí no hacerlo, para no mandar a un
popular Rancho a quienes hicieron el “experimento”. Por cierto, que a la chimpancé nunca le
dieron carne, solo frutas y legumbres…
¿Se imaginan amables lectores, la vida que llevó ese animalito? ¿Lo que debe de haber pensado, sentido? El
pánico, cuando esa bola de salvajes se le fueron encima a golpes y mordiscos
hasta matarla…
Cualquier semejanza, esta vez no es coincidencia.
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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