Opiniones
y Comentarios
Julio
Ricardo Blanchet Cruz
* Son
muy liosos…
Hace ya algunos años; cuando las madres, influenciadas fuertemente por la
religión, criaban hijos machos. Y
orgullosamente decían: “amarren a sus gallinas que mi gallo anda
suelto”. Cuando ya el asunto iba
en serio y se hablaba de comprometerse ante Dios, o sea, de casarse hasta que
la muerte los separara, la cosa cambiaba…
Por cierto, que quien no hacía caso de los mandatos divinos -o de los
divinos mandatos, da más o menos lo mismo- quedaba fuera de la religión y era
condenado a los infiernos por toda la eternidad -lo que, sinceramente, por una
canita al aire como lucía un tanto cuanto exagerado-…
Sobre todo, porque el señor Presidente tampoco le hace caso a la
Constitución y no le pasa nada. Pero en
fin…
Cuando el noviazgo prosperaba, era obligado, por ambas partes, conocer a
los futuros suegros; y no era remoto que alguien cercano les dijera ¡aguas! que
en eso se iban a convertir cuando pasara el tiempo…
Y luego, la fecha de la boda no se fijaba pa pronto, no. Así como entre la
elección y la toma de posesión debe pasar cierto tiempo para la entrega
recepción; pues así lo mismo; el tiempo era para conocerse y la entrega de
arras, anillos y todas esas cosas…
Lo que finalmente acaba valiendo un gorro.
Los enamorados son ciegos y se casan pensando uno, que la novia va a ser
la misma joven alegre; y ella piensa que el novio va a cambiar el fútbol por la
familia. Pero nada de eso sucede…
Porque quien no se conoce a sí mismo, no puede conocer a nadie más. Y como tampoco nadie puede amar lo que no
conoce, pues tampoco pueden amar a los demás.
Y la ilusión del amor se acaba.
Pero hay más…
Cuando no se aceptan como son, entonces intentan ser de otra manera y se
cambian todo lo cambiable: las nachas, la nariz, los labios, los pechos, se
parten la barba y todo lo que ponen de moda las en su momento famosas. Hoy las cejas, con eso del cubrebocas y los
ojos pintados todas se parecen…
Aunque los hombres también le entran a eso de la moda, pocos son los que se
aventuran a cambiarse el rostro. Se
limitan a la vestimenta y a los hoy tan de moda tatuajes. Aunque estos son para ambos sexos…
Pero como al modificar el rostro -lo que se nota, aunque esté muy bien hecha-
dejan de ser ellos, ellas; acaban por tampoco aceptar la nueva apariencia y por
eso se siguen sometiendo a más y más operaciones; pero nunca volverán a ser
ellos mismos…
Llevar buenas relaciones con una persona que mediante cirugías se ha
cambiado el rostro, es imposible. Se
acaba por entender que son dos personas en una; la que es, de nacimiento, por
decirlo de alguna manera; y la otra, la “nacida” de una ilusión en un quirófano. Y ambas se detestan mutuamente…
Pero en la actualidad, las uniones se dan sin que ninguno de los dos se
conozca a sí mismo; y lógicamente, menos que conozca al otro. Hay casos de quienes se han conocido en Las
Vegas y se casan al día siguiente. Hay
de todo…
No sé mucho de chismes, amables lectores, pero creo que, a Gala, la pareja de Dalí le pasó algo por el estilo; pues dicen que habiendo sido
invitados su esposo y ella a una fiesta en la casa del genio de la pintura,
conoció al Maestro y desde ese momento ambos fueron flechados por cupido y se
inició un romance que en su momento fue escandaloso…
Pero son muy pocos los privilegiados que viven un encuentro así; los demás,
tienen que seguir rodando de aquí para allá -como cantaba José José- hasta encontrar quien los escoja -en La Madre Naturaleza
las hembras son las que escogen- y eso es con suerte, pues la mayoría nunca
encuentra a su pareja…
Pues en todo eso de la genética familiar hay que fijarse muy bien antes de
dar el consentimiento. No vaya siendo
que en la familia vaya a haber un “e”; -como el diputade veracruzano- que está
resultando tode une pesadille, pues son
muy liosos...
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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