Opiniones y Comentarios
Julio Ricardo Blanchet Cruz
* ¿Ni
una menos? o ¡Ni uno más!...
Siempre he sostenido, que si el
mundo tiene remedio -si es que lo tiene- son las mujeres las que pueden
salvarnos del infierno que vivimos; y del que sorprendentemente nos vamos
acostumbrando. Los hombres no lo podemos
hacer. No lo hemos hecho…
Estamos tan ocupados en las
guerras, en las conquistas; y la inmensa mayoría en sobrevivir, que no nos
damos tiempo para cambiar nada. Ellas se
dan tiempo para todo; hasta para perderlo…
Son adorables, aunque ciertamente
que nadie las entiende. ¡Vaya! ni entre
ellas mismas se entienden. Por eso son
únicas. Viven en sus mundos particulares
que se hacen en sus mentes y por ello seguro que no se dan cuenta que ya caen
mal con su “violencia de género” y por hacerse las víctimas…
Eso de que son el sexo débil, que
se los crean los mismos que creen en Santa Claus. Salen a las calles a hacer alboroto; cuando
finalmente son las responsables, de que, en esas mismas calles anden una bola
de locos drogados, asesinos y pervertidos…
Hasta son responsables de las
mismas encapuchadas que vandalizaron todo lo que encontraron a su paso durante
la marcha. Y si alguien dice que no es
responsable del comportamiento de sus hijos ¡Miente! en el fondo de su consciencia
sabe que no es cierto…
Los padres, para bien o para mal,
pero somos en mucho subsidiarios del futuro de nuestros hijos. Cuando “salen buenos” y son exitosos, hasta
los presumen; se sienten orgullosos de ellos.
Pero no sucede lo mismo con los que no lo son…
Entre todas las leyendas que
llevaban las marchistas, hubo una que en lo personal me llamó la atención. Era sostenida por una dama joven que vestía
una blusa roja y decía: “Para que mi hijo no sea macho”. Y ese es exactamente el fondo de todo…
A los hijos los crían las madres
-bueno, se supone que así debiera ser; pero ya no lo es- y los hacen
machos. Para después, imbuidas por las
perversas religiones, todas misóginas, no se respetan ni ellas mismas y
consecuentemente no les enseñan a sus hijos a respetar a las mujeres…
Los hacen machos; y para
equilibrar la balanza, nacen las espeluznantes feministas que exigen igualdad;
cuando eso es antinatural, es decir, no se da en La Naturaleza. “Curiosamente”
el hombre es el único animal que daña a su pareja. Lo que nos coloca hasta el fondo en la escala
animal…
No obstante, no hay poder más
grande sobre el hombre, que la propia mujer.
Y la prueba de ello está en Lisistrata,
la célebre comedia de Aristófanes (444 -
385)…
En lugar de proclamar como
consigna “Ni una menos”, debieran de ocuparse para que no haya ni un macho
más. Y eso, más que a nadie, les
corresponde a ellas.
Y nos vemos mañana, si el Sol me
presta vida.
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