Diario Libertad

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Don Sata

martes, 26 de noviembre de 2019






Opiniones y Comentarios

Julio Ricardo Blanchet Cruz


*   ¿Ni una menos? o ¡Ni uno más!...

Siempre he sostenido, que si el mundo tiene remedio -si es que lo tiene- son las mujeres las que pueden salvarnos del infierno que vivimos; y del que sorprendentemente nos vamos acostumbrando.  Los hombres no lo podemos hacer.  No lo hemos hecho…

Estamos tan ocupados en las guerras, en las conquistas; y la inmensa mayoría en sobrevivir, que no nos damos tiempo para cambiar nada.  Ellas se dan tiempo para todo; hasta para perderlo…

Son adorables, aunque ciertamente que nadie las entiende.  ¡Vaya! ni entre ellas mismas se entienden.  Por eso son únicas.  Viven en sus mundos particulares que se hacen en sus mentes y por ello seguro que no se dan cuenta que ya caen mal con su “violencia de género” y por hacerse las víctimas…

Eso de que son el sexo débil, que se los crean los mismos que creen en Santa Claus.  Salen a las calles a hacer alboroto; cuando finalmente son las responsables, de que, en esas mismas calles anden una bola de locos drogados, asesinos y pervertidos…

Hasta son responsables de las mismas encapuchadas que vandalizaron todo lo que encontraron a su paso durante la marcha.  Y si alguien dice que no es responsable del comportamiento de sus hijos ¡Miente! en el fondo de su consciencia sabe que no es cierto…

Los padres, para bien o para mal, pero somos en mucho subsidiarios del futuro de nuestros hijos.  Cuando “salen buenos” y son exitosos, hasta los presumen; se sienten orgullosos de ellos.  Pero no sucede lo mismo con los que no lo son…

Entre todas las leyendas que llevaban las marchistas, hubo una que en lo personal me llamó la atención.  Era sostenida por una dama joven que vestía una blusa roja y decía: “Para que mi hijo no sea macho”.  Y ese es exactamente el fondo de todo…

A los hijos los crían las madres -bueno, se supone que así debiera ser; pero ya no lo es- y los hacen machos.  Para después, imbuidas por las perversas religiones, todas misóginas, no se respetan ni ellas mismas y consecuentemente no les enseñan a sus hijos a respetar a las mujeres…

Los hacen machos; y para equilibrar la balanza, nacen las espeluznantes feministas que exigen igualdad; cuando eso es antinatural, es decir, no se da en La Naturaleza. “Curiosamente” el hombre es el único animal que daña a su pareja.  Lo que nos coloca hasta el fondo en la escala animal…

No obstante, no hay poder más grande sobre el hombre, que la propia mujer.  Y la prueba de ello está en Lisistrata, la célebre comedia de Aristófanes (444 - 385)…

En lugar de proclamar como consigna “Ni una menos”, debieran de ocuparse para que no haya ni un macho más.  Y eso, más que a nadie, les corresponde a ellas.

Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.







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