Opiniones
y Comentarios
Julio
Ricardo Blanchet Cruz
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Cuando dan gato por liebre…
Si queremos que un motor de gasolina tenga mayor
potencia, no le ponemos más bujías o una batería doble; se le hace lo necesario
para que inyecte más oxígeno, el gas esencial para la vida en La Tierra. Por lo tanto, a mayor cantidad de oxígeno,
mayor es la combustión y el motor genera más fuerza…
Pues lo mismo pasa en nuestro organismo. Para tener más fuerza, se requiere de más
oxígeno, que es captado por el hierro que tienen los llamados glóbulos
rojos. La anemia se manifiesta como
debilidad, falta de fuerza; y se combate comiendo alimentos que contengan hierro…
En igualdad de condiciones, los hombres siempre tendrán
mayor cantidad de glóbulos rojos que las mujeres. De ahí que el hombre sea físicamente más
fuerte que la mujer. La mejor atleta de
cualquier especialidad, nunca podrá superar la fuerza del mejor atleta de la
misma especialidad…
Y todo esto se trae a colación, por la discusión que ha
generado Lía Thomas, la
norteamericana que, compitiendo en
natación, rompió records mundiales. Solo
que antes de ser Lía, originalmente era Will, es decir, que ¡era transgénero! una condición solo vista en
muy pocos animales; pero que entre los humanos se ha puesto de moda a base de
operaciones, muchas hormonas y maquillaje, eso sí, mucho maquillaje…
Porque en el fondo, bien dice el refrán que, “aunque la mona se vista de seda, mona se
queda”. Y en el entendido, que quien
no se acepta a sí mismo como es; difícilmente podrá aceptar a nadie más…
Y el mejor ejemplo son las “parejas” -que poco tienen de
parejas- que se unen siendo dos perfectos desconocidos y luego dicen que hasta
que la muerte los separe. Pero al cabo
de poco tiempo la vida se vuelve insoportablemente dependiente; para ambos…
Fin del romance; y fin de la historia. Por algo dicen aquello de “Vive con Inés un mes y sabrás quien es”; que
es tan válido como que “El muerto y el
arrimado a los tres días apestan”…
Pero hay más…
Como es un hecho el que nadie puede amar lo que no
conoce; lleva indefectiblemente a deducir, que quien no se conoce a sí mismo,
no puede amarse. Entendiendo por amar,
el buscar, procurar, ver por la felicidad de otro ser; que no necesariamente
tiene que ser bípedo, y entonces ahí andan buscando a quien amar, aunque no lo
conozcan…
Y el inocente que se dejó atrapar -en La Naturaleza las
hembras son las que seducen y aceptan- cree que la esposa va a seguir siendo la
adorable jovencita que conoció; y ella piensa que nomás que vivan juntos, lo va
a alejar de esa vida de crápula que no le conviene -aunque en ella se
conocieron-…
El resultado es que la jovencita encantadora se convierte
en una fiera; y el inocente, se medio espabila; haciendo que el recuerdo de
aquellos hormonales días, queden, por mucho, en una empolvada foto que
originalmente lucía en la sala, pero que hoy apenas se guarda en el álbum
genealógico de una vieja tía…
Y como el instinto, al que llaman amor, pero que no es
otra cosa que una intoxicación de hormonas que llevan a la conservación de la
especie, dicen que es lo que mueve al mundo, solo resta agregar que el amor, o
los instintos, como se prefiera, también se enferman. Y los enfermos aman como enfermos, porque no
pueden amar como sanos. Y vaya que hacen
daño…
Por lo demás, parece ser que en estos convulsos tiempos
que vivimos, habrá que pedirle a la persona, su número de glóbulos rojos; no
vaya siendo que nos quieran jugar cachirulo y nos quieran dar gato por liebre.
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida. Día
37
Lo extraordinario en nuestro caso estimado Julio es que en nuestras epocas de empachamientos hormonales la vida en las comunas Jipiees solo se proclamaba La Paz y el Amor (certera dualidad por cierto).
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