Diario Libertad

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Don Sata

martes, 22 de abril de 2014

Editorial



Entendiendo que cualquier guerra en la que intervinieran potencias nucleares, acabaría, independientemente de quién la ganara -aunque en realidad todos los seres humanos saldríamos perdiendo; lo mismo que La Madre Tierra, solo que Ella se recuperaría y nosotros no- con que quien fuera perdiendo haría uso del poder atómico.


El equilibrio nuclear de fuerzas entre unos y otros –buenos y malos, dejando al amable lector la calificación- y el saber por parte de los gobernantes que todo puede terminar en un verdadero desastre para la humanidad entera; por lo que finalmente no habría ganadores, sino solo perdedores.


Hace que en el momento presente las disputas se reduzcan a pesos y centavos; para empobrecer tanto a los contrarios de tal modo que sean ellos los que derroquen a sus gobiernos.  Siempre ayudados, desde luego, por los desestabilizadores profesionales que invariablemente están atrás de los inconformes.


Aunque lo cierto es que la inmensa mayoría de la humanidad estamos en manos de un puñado de sátrapas que se manejan de acuerdo a sus propios intereses, sin que les importe un comino el bienestar de sus conciudadanos.


El problema en Ucrania, como lo hemos estado repitiendo en este mismo espacio, no pasará a mayores.  La amenaza de una tercera guerra mundial es de facto, “el petate del muerto” con el que quieren atemorizar al resto del mundo.


A estas alturas, ni siquiera el desequilibrado mental de Netanyahu, a pesar de que Israel posé 400 bombas atómicas, sería capaz de desatar una confrontación bélica.  Korea del Norte se dice que solo tiene tres; y con eso le ha sido más que suficiente para mantener a raya a Washington.


Pero el problema nuclear puede sobrevenir, no por las bombas que puedan lanzarse unos y otros, sino por los movimientos telúricos que en cualquier momento pueden reventar cualquier instalación atómica por segura que parezca.


Ejemplos los tuvimos en la central Vladímir Ilich Lenin a 18 Kms. de la ciudad de Chernóbil, en Ucrania, el 26 de Abril de 1986.  Y el de Fukushima el 11 de Marzo del 2011.


Pero así como hoy, mañana, dentro de un siglo o mil años, todas las presas del mundo reventarán, pues nadie puede ir en contra de La Madre Naturaleza sin pagar las consecuencias; de igual manera todas las plantas nucleares terminarán estallando.


Sin embargo el sentido común indica que dada la correlación de fuerzas y la interdependencia que ha traído la globalización -quizá lo único bueno- se puede pensar que una guerra a gran escala es poco probable.

Sin embargo, lamentablemente las guerras entre hermanos, en este caso Ucrania, que es en lo que se especializan los capitalistas, puede estar a punto de estallar, como sucedió en Siria; quien afortunadamente todo indica que ya está en vísperas de superar el problema en la que los actores principales tuvieron que recular.  Por lo que solo cabe preguntar ¿Y la ONU?  Bien gracias, costando cada vez más cara sin que sirva para los fines para lo que fue creada.

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