Diario Libertad

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Don Sata

lunes, 28 de abril de 2014

Editorial



Si bien es cierto que en no pocas ocasiones, sobre todo en estos tiempos en que la tecnología permite cualquier tipo de libertades, las fotografías han sido “adaptadas” a conveniencia.

Hecho que se ha generalizado en todos los aspectos de la vida; pero en esta ocasión se hace referencia a lo que sucede en todas las guerras, en las que el engaño siempre ha sido parte de la estrategia militar. 

Recientemente sucedió en Siria, donde al Ejercito de Bashar El-Assad le fue achacado el utilizar armas químicas en contra de su propios ciudadanos, exhibiéndo imágenes aterradoras de cuerpos quemados y amontonados.

Y aunque después se supo que no fue el Ejército sirio el autor, sino los mercenarios terroristas contratados por los gobiernos pro-sionistas quienes recurrieron a ese tipo de armas y sacaron las fotografías para culpar al Gobierno de Damasco de semejante barbarie, las fotografías eran espeluznantes.


Pues ahora el periodista danés independiente Mikkel Jensen, ha exhibido unas placas fotográficas horrorizantes, de niños que según él fueron asesinados por los militares brasileños.



Quienes obedeciendo órdenes se dedican a “limpiar” las ciudades en las que se llevarán a cabo partidos de fútbol durante la competencia mundial.  Por lo que renunció a participar como periodista en el certamen.

Cabe citar que no han sido pocos los obstáculos que ha enfrentado el gobierno brasileño para la realización del campeonato mundial, toda vez que no son pocos quienes consideran que el gasto ha sido exorbitante y que ese dinero se debiera haberlo utilizado en programas de salud, educación y otros servicios sociales, en vez de destinarlo a tan frívolo entretenimiento.

Que si bien distrae y momentáneamente saca de su amarga realidad a muchos ciudadanos, en el fondo es un negocio manejado por mafiosos que solo beneficia a una élite -la de siempre-.

A través de la Red, en su perfil de Facebook, el periodista documentó su artículo y relató: “En marzo estuve en Fortaleza para conocer la ciudad más violenta de todas las sedes de la Copa del Mundo. Hablé con algunas personas que me pusieron en contacto con niños de la calle y luego supe que algunos habían desaparecido.

A menudo los matan por la noche cuando están durmiendo en una zona donde hay muchos turistas. ¿Por qué? ¿Para dejar limpia la ciudad para los extranjeros y la prensa internacional?  O sea, ¿por mi culpa?

No puedo cubrir este evento después de enterarme de que el precio de la Copa no sólo es el más alto de la historia en dinero, sino que estoy convencido de que ese precio incluye también las vidas de niños.

Voy a volver a Dinamarca y no volveré a Brasil. Mi presencia sólo está contribuyendo a un desagradable espectáculo. Un espectáculo en el que hace dos años y medio soñaba con participar, pero hoy voy a hacer todo lo que esté en mi mano para criticar y dar a conocer el precio real de la Copa del Mundo de Brasil.

¿Alguien quiere dos entradas para el Francia-Ecuador del 25 de Junio?".

Y aunque no faltará quien niegue lo publicado por Jensen en la revista “Placar”, argumentando que esas fotos son de otros lados, tal vez en alguna guerra de las que hay todos los días, y que todo forma parte de la sucia “campaña” en contra de la Copa Mundial -espectáculo que enloquece a tanta gente, a tal grado de que dentro de los estadios ha habido heridos y hasta muertos porque unos metieron más goles que otros; lo que es absolutamente inconcebible- 

Pero lo que no se puede negar es que las fotos, que sin importar de dónde procedan, muestran niños ensangrentados y aventados sus cadáveres de cualquier forma; y que éstas hacen evidente el grado de degradación al que está llegando la especia humana, cuando somos capaces de asesinar niños para dar una buena imagen.

Lopeor del caso es que ésta no sería la primera vez que eso sucede en Brazil, de recordar la “Chacina –limpieza- de la Candelaria”, cuando seis menores de edad, entre 11 y 17 años, y otros dos jóvenes de 19 años, moradores de la “rúa” -la calle- que vivían en los alrededores de la céntrica iglesia de Rio de Janeiro, fueron asesinados por varios miembros de la Policía Militar mientras dormían.
Por obvias razones de seguridad personal, el periodista pidió que esta noticia no se publicase hasta que él hubiese salido de Brasil y regresado a su País.

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